Texto del
MSc. Róger Norori (*)
Antes, un breve comentario referido a las fuentes coloniales correspondientes a lo que fue la Provincia de Nicaragua. Hay quien se ha dejado persuadir por la aparente falta de fuentes documentales, lo que ha faltado es un poco de sistematicidad en la búsqueda de los mismos. El problema real en el manejo del documento colonial radica en que la mayoría aún están escritos en español antiguo o manuscritos, lo que presenta problemas en su lectura y comprensión, otros son hasta ahora inalcanzables.
Conocemos hasta el día de hoy el manejo de documentos coloniales que hicieran los historiadores José D. Gámez y Tomás Ayón para construir la primera versión de la historia de Nicaragua. Años después, en 1938, cabe el esfuerzo que empezara la Academia de Geografía e Historia de Nicaragua para publicar en su revista muchos de esos documentos.
Sin olvidar, en años más recientes, la recopilación hecha por Andrés Vega Bolaños en lo que se dio en llamar la “Colección Somoza”, de este mismo tono es la recopilación hecha por el Dr. Carlos Molina Argüello en la Monumenta Centroamericanæ Histórica y la presentación de documentos coloniales que realizara la Revista Conservadora del Pensamiento Centroamericano en sus publicaciones. Igual se pueden mencionar otras publicaciones echas mas recientemente prologadas por miembros de esta academia.
Respecto a la elaboración documental colonial existen, tres etapas aún no bien definidas, en los cuales la localidad de Masaya aparece en distintas maneras. Existe la etapa fundacional que comprende la llegada de los españoles a Nicaragua en 1523 y culmina aproximadamente en 1580.
En las crónicas, informes y cartas de funcionarios reales, de la etapa fundacional Masaya aparece como una localidad de segundo orden, ya veremos porqué. La segunda etapa parte del momento en que se vislumbra la existencia de una primera iglesia que dio reconocimiento jurídico al pueblo de indios de Masaya, reunió en un nuevo centro urbano y dio un nuevo sentido a las parcialidades que constituían la antigua aldea.
Una tercera etapa es el periodo de auge del comercio colonial, aquel es el siglo XVIII que los historiadores llaman el siglo de las reformas y que fue muy rico en documentación. Los españoles fundaron ciudades para su residencia en medio de un mundo aldeano que los indígenas habían construido. Sus intereses en la naciente provincia de Nicaragua estuvieron determinados por la búsqueda de oro y el sostener la soberanía para el rey español.
Más allá de aquellos intereses, a los españoles interesaban también las aldeas y las poblaciones que las constituían, por cuanto sería la fuerza tributaria que les permitiría sostener su vida en la naciente provincia. Esto es lo primero que se asoma en la primera mención que de Masaya hace Pedrarias Dávila en su carta donde informa al rey el descubrimiento hecho por Francisco Hernández de Córdoba….”…la provincia de Masaya, que es grande provincia y muy poblada…”.
Esto habría bastado sino fuera porque muchas crónicas y cartas de funcionarios hacían referencia no al pueblo, sino al “infierno de Masaya”, en cuyo cráter creyeron ver una cantidad infinita del metal precioso que ansiaban. Las novedades que potencialmente ofrecía el volcán, sobre pasaron en importancia y atención al poblado aldeano.
Muchas letras dedicaron a este accidente natural los cronistas y funcionarios españoles que llegaron tempranamente al territorio o conocieron del mismo por referencias documentales. Herrera, Las Casas, Torquemada, Remesal. Al igual que Gonzalo Fernández de Oviedo, Francisco de Castañeda, y muchos otros dejaron ver insistentemente al volcán con su inter cráter expuesto en sus cartas, informes y crónica.
A pesar que el nombre de este fenómeno natural se utilizó en referencia a la aldea indígena cercana, no se le aprecia directamente como un populoso conglomerado aldeano. Debe entenderse que la versión que presentan los cronistas en sus informes sólo fue un intento de vender hacia España la imagen de un rico yacimiento aurífero para ganar el interés del rey.
Las aventuras españolas en excursión al volcán fueron parte de esa etapa fundacional en los años en que aún se buscaban vetas auríferas en el territorio. Y, precisamente, el interés por este elemento habría marginado la mención de la población en los documentos.
En una circunstancia más cercana las referencias a la aldea de Masaya se encuentran en la colección Vega Bolaños, en la cual hay poca mención a la aldea que se menciona, la mayor parte de las veces vinculada al posible tesoro aurífero que encerraba el volcán cercano.
Lo que se puede vislumbrar en esta colección documental es que la aldea de Masaya ocupó un lugar secundario dentro del naciente sistema urbano por su cercanía con la ciudad española de Granada, y fue destinada como un centro aprovisionador de fuerza de trabajo. Esto se debe a muchos factores, uno de ellos es que los principales acontecimientos que se conocen de aquellos días se concentraban en León y Granada, las dos ciudades mayores.
Los habitantes españoles encomenderos de estas dos ciudades sólo se remitían a la localidad de Masaya por necesidades vinculadas al reclamo de su tributo, búsqueda de operarios para sus haciendas o cualquier otro menester relacionado a estas tareas. En ese sentido, debe entenderse que su población originaria era en un número significativo.
La falta de una mención frecuente en los documentos de esta primera etapa no debe llamarnos a engaños respecto a la importancia de la aldea de Masaya. Lo poco que se menciona ha dado a entender que era una aldea conformada por cuatro parcialidades indígenas muy pobladas que representaban un caudal tributario notable.
Población que se mantuvo en términos relativos a pesar de los efectos negativos que causara la conquista del territorio La importancia de algunas aldeas indígenas despertaría lentamente en la medida de ciertos problemas que fueron agrandándose en el ambiente provinciano. Especialmente por el problema que representó el descenso notable de la población originaria y por la calidad de instrumento tributario que representaba esta población.
Otro documento propio de esta etapa es el que se encuentran referencias a la localidad titulado “Diligencia de la distribución de los tributos de los pueblos de Nicaragua, practicadas por los Oidores de la Real Audiencia de los Confines, en San Salvador, en los meses de noviembre y diciembre de 1548”, incluida en el tomo XIV de la colección.
En la misma es posible reconocer para Masaya, cuatro parcialidades encomendadas a diferentes encomenderos, dos de ellas a la cabeza del rey. Se reconocen como las parcialidades de Masaya, Monimbó, Masaya y Diriega.
Diriega |
Masaya |
Monimbó |
Masaya |
A la cabeza de Su Magestad – CCXL Yndios. |
Joan Dávila- CL Yndios. |
De Su Magestad. – CXL Yndios. |
Francisco Sánchez. – CX Yndios. |
Por otro lado el cronista Juan López de Velasco que levantó el inventario de aldeas indígenas para la tasación de 1560, reporta. Igualmente, cuatro parcialidades indígenas que conformaban a la aldea de Masaya que eran Diriega, Masaya, Masaya y Monimbó. Como se puede ver, Masaya solo era notada en momentos en que se realizaba las gestiones para establecer nuevas tributaciones.
Este Joan Dávila escribiría unos años después una relación en la cual probaba ser un hidalgo criollo, descendiente de los primeros conquistadores (Benito Dávila), en la cual expresaba…”Nací en la ciudad de Granada, Provincia de Nicaragua, año del Señor de mil é quinientos treinta….(….)…tenyendo como yo tenya en los términos de la dicha çiudad, los pueblos yndios llamados Salteba y Masaya , los cuales vuestro gobernador Rodrigo de Contreras encomendó en mí….”. (Joan Dávila á S. M el Rey Don Felipe II. 1566. Vega Bolaños. 1954. P. 396)
De lo anterior es posible concluir que desde tiempos pre hispánicos, Masaya estuvo constituida por cuatro parcialidades o extensiones geográficas que se diferenciaban entre sí por lazos consanguíneos o familiares, creencias, etc. Igual número de parcialidades que mencionaría la Pesquisa sobre Nicaragua que realizara Antonio Navia Bolaño en 1685, en la segunda etapa documental.
Las parcialidades que constituían a las aldeas indígenas eran entidades territoriales en propiedad de grupos emparentados por lazos consanguíneos y que se identificaban entre sí por diferentes elementos étnicos: lengua, creencias, dioses domésticos y otros. Producto de las Leyes Nuevas (1542) la corona española decidió establecer corregimientos, como instancias de gobierno más próximas a las parcialidades indígenas. Así fue que se estableció el corregimiento de Monimbó-Masaya.
Aunque no hay hasta ahora un documento que indique el momento en que se instaló este corregimiento en Monimbó-Masaya, documentos coloniales posteriores, como se verá, prueban de la existencia del mismo. En una carta firmada por el Obispo Lázaro Carrasco, este ya menciona la existencia de los corregimientos en 1560, uno de los cuales se estableció como el llamado corregimiento de Monimbó-Masaya, que será más notable en la segunda etapa.
Esta designación de ser corregimiento se aplicó a pueblos que conservaron importancia ya sea por el número de población originaria que representaron o por su alta capacidad tributaria. En el caso de las parcialidades de Masaya debe indicarse que lograron conservar una población relativamente alta respecto a otras parcialidades, a pesar del descenso que provocara la violencia española y el ilícito comercio de esclavos en otras localidades.
La primera etapa documental concluye en 1580 y empieza un nuevo periodo caracterizado por el auge que empezaba a mostrar la ruta comercial sobre el desaguadero que los comerciantes granadinos habían puesto a funcionar desde 1540.
La segunda etapa inicia con la visita del Padre Comisario, Fray Alonso Ponce a la provincia. Se toma este año como referencia en vista que es el momento en que se habían empezado a construir las primeras iglesias que transformaban a las aldeas indígenas en pueblos.
Para esto, debe entenderse que el derecho colonial establecía que para que un pueblo fuera reconocido como tal, sus pobladores debían construir la iglesia con sus propios fondos. En 1580 es posible creer, por las incidencias que presenta Antonio de Ciudad Real en su crónica, la falta de una iglesia, por lo cual menciona que….”…llegó á otro pueblo de los mesmos indios, (mangues) Obispado y visita, llamado Masaya”.
Es decir, debe entenderse que no existía aún la iglesia al no haber iglesia, el pueblo era visitado por algún cura proveniente de Granada para la atención espiritual de la población y luego se marchaba. Esta decisión habría sido efectiva, posiblemente, por la cercanía entre las parcialidades y la ciudad española.
Pero debió llegar el momento en que se debía construir la iglesia, según lo habían mandado reiteradamente los agentes de la corona española. En todo pueblo indígena la población autóctona sería la responsable de construir la iglesia del lugar y en 1580 Masaya aún conservaba mucha población tributaria, pese a las pestes y la violencia española que incidió sobre ella.
Los años finales del siglo XVI y los iniciales del XVII fueron un periodo de transición que los pueblos indígenas experimentaron, convirtiéndose en centros productores y comerciales, como aconteció con Masaya. Pobladores y mestizos se ocuparon en diferentes actividades productivas que remitían al comercio local, por cuya actividad pagaban un impuesto, diferente al tributo que debían de pagar anteriormente.
En 1613 Antonio Vázquez de Espinosa menciona dos puntos notables relacionados con el pueblo de Masaya. Respecto a Masaya menciona…
“….es de los mayores de esta provincia; es de mucho recreo, con cantidad de frutas, maíz y otras semillas y legumbres, aunque no tiene agua porque los indios beben de las misma laguna que los de Nindirí; hácese en este pueblo cantidad de jarcia y lona, que es gran trato en esta tierra, y los Corregidores enriquecen…”.
Debe entenderse, también, que a pesar de la construcción de la iglesia que transformara en pueblo a Masaya, la conformación de un solo pueblo que reuniera a las otras parcialidades no sucedió inmediatamente. Por ello es que más adelante en su texto menciona… “A una legua de Masaya está el pueblo de Monimbó, cabeza de este Corregimiento….”.
Las autoridades españolas esperaban que la imagen de un gobierno único ayudara a darles a las cuatro parcialidades la imagen de un solo pueblo para que se permitiera establecer la efectividad de los mecanismos de control social desde la iglesia ya construida. Aunque los documentos de este periodo no muestran la presencia de una iglesia en Masaya, es muy probable que ya existiera por virtud del corregimiento que empezó a funcionar.
Es probable que para los años del siglo XVII la mayor parte de los pueblos indígenas estaban debidamente constituidas con su iglesia, aunque hasta ahora no se ha encontrado indicios del patrón al cual se dedicara aquella iglesia en el siglo XVII, Eran los años en que se vislumbra un panorama conflictivo entre León que era la capital y Granada que era el centro comercial pujante y la virtual residencia de los poderes, en vista que las autoridades reales y eclesiásticas eligieron residir en aquella ciudad.
Por ello es que en 1619, el Obispo Pedro de Villarreal, habría muerto en Masaya y enterrado en Granada, lo que es indicativo de aquellos beneficios ya señalados. Durante la mayor parte del siglo la residencia o estancia de las autoridades reales o eclesiásticas fue frecuente, especialmente porque Masaya era parte de la jurisdicción territorial de la ciudad española, además de presentar condiciones para la estancia de españoles.
La segunda etapa cubre todo el siglo XVII, durante el cual el complejo parroquial, prefigurado en las iglesias que se construyeron, se sostuvo y extendió hacia las regiones centrales de la provincia. Esto fue lo que notó Antonio Navia Bolaño cuando en 1685 visitara la provincia, indicando del pueblo de Masaya…
“El pueblo de Masaya-Monimbó de la Real Corona, con sus tres parcialidades, San Sebastián, Diriega vacos y Guillén encomendada….(…)…Tiene su iglesia parroquial, cuatro ermitas, administrándolas dos curas, tienen cuatro alcaldes y cuatro regidores”.
Como se puede observar ya tenía presencia una iglesia parroquial en una de las parcialidades de Masaya, además cada una de las parcialidades contaba con sus propias autoridades. Tal cuestión es demostrativo de dos cuestiones importantes que ya encerraba Masaya y que poco se alude en los documentos coloniales: su población de número sustancial y su potencial productivo.
La presencia de un corregidor en lo que se llamó el corregimiento o gobierno de indios Monimbó-Masaya, es un indicador indirecto de la presencia de una iglesia construida, aunque el cronista no la hace notar. Pues a pesar del comercio que ganaba espacio en el pueblo, este no pasaba de ser una concurrencia de segundo orden en el sistema urbano colonial.
La iglesia daría reconocimiento jurídico al pueblo de Masaya o para decirlo en términos oficiales, lo que sería denominado “el pueblo de Nuestra Señora de la Asunción de Masaya”. Una derivación religiosa que venía de Granada.
No hay hasta ahora un documento colonial que nos muestre en qué momento se construyó ese primer templo, sólo se puede deducir de los requerimientos de la corona española en los cuales mandaba que las aldeas dispersas se juntaran en pueblos. Este es el momento, como se verá, en que el pueblo de Masaya consolida su relación con Granada y Nindirí, al cual se unirá por medio de una calle real.
La tercera etapa cubre todo el siglo XVIII que fue el momento en que se incrementó el mercado reinal que respondía a las condiciones económicas que imponía el mercado libre inglés y que a la vez obligaron a los monarcas españoles a modernizar el estado. Las repercusiones de esto en América tienen que ver con el establecimiento de la Intendencia, sistema de gobierno que se esperaba fuera más eficiente.
Debido a la incidencia de los comerciantes ingleses es el caso que se menciona en documentos coloniales del juicio en contra de dos indios, uno de Jalteva y otro de Masaya; que Tomás Ayón menciona como Nicolás Naquitimo. El gobernador Sebastián Arancibia y Sasi, que como se ha adelantado permanecía en Granada, debió trasladarse a Masaya, donde atendió el caso.
Igual habría pasado con el problema de las milicias en León acontecido en 1725 pues hace ver que para aquel año el gobernador de la provincia que era, Tomás Marcos Duque de Estrada, salió de Masaya… ”…lugar de su residencia…” (Tomás Ayón).
A mediados del siglo XVIII, Morel de Santa Cruz refiere a Masaya en su vivita a los pueblos…“…compónese de cuatro parcialidades, llamadas Diriega, Monimbó, San Sebastián y Guillén…”. “En parcialidad de Diriega existe la parroquial dedicada a la Asunción…”. “Hay también dos hermitas, San Miguel y Santiago…(….)…En la de Monimbó, están otras dos hermitas, San Sebastián y la Magdalena…”. “La de Guillén, tres: Calvario, Veracruz y San Jerónimo”.
Don Miguel Téllez «Alcalde de Vara» de Monimbó, último sobreviviente de una autoridad milenaria de nuestros aborígenes, el Consejo de Anciano.
Funcionaba como una pequeña metrópoli encerrando un nutrido comercio y población, aún era residencia de corregimiento en Monimbó-Masaya. Finalmente en un documento real fechado en 1762 la corona española mandaba a anular el corregimiento de Masaya-Monimbó aduciendo problemas de dinero para pagar los sueldos.
Lo curioso es que este mandato no fue obedecido yl corregimiento siguió funcionando como tal. De hecho documentos posteriores mencionan la existencia de las instancias de este gobierno en Managua.
Finalmente cercano a los laberintos independentistas Masaya es citada en algunos documentos como el asilo de muchos granadinos en los sucesos de 1811 y esto se tradujo en un virtual apoyo al rey le valió, años después ser elevada a la Leal Villa de San Fernando de Masaya en 1819. Sólo unos años después Miguel González Saravia la describe…”Villa situada en la mayor centralidad de la Provincia y del comercio interior más activo…..”.
Al final del periodo colonial, Masaya había alcanzado cierto prestigio en el entramado urbano.
Foto de portada: Las siete esquinas de Masaya.
(*) Miembro de Número de la Academia de Geografía e Historia de Nicaragua, autor de varios libros y ensayos.