Texto de Alejandro Jodorowsky
Un rey ambicionaba tener la pintura de un gallo colgada en su palacio. Pero quería que fuese muy especial, una pintura realmente sublime. Para ello, mandó llamar al mejor pintor del reino para que realizara el trabajo. Éste debía estar terminado en tres meses.
A los tres meses, los sirvientes del rey fueron a recoger el encargo, pero el pintor les dijo que no estaba listo. El rey enfureció, pero le dio un plazo de seis meses más para acabarlo.
Cuando pasaron los seis meses, el gallo aún no estaba pintado y el rey, más enfurecido todavía, le dio un año más para que terminara la pintura. Lo mismo pasó al año, y a los dos años… hasta que el rey, preso de ira y frustración, fue personalmente a la casa del pintor y entrando por la puerta exclamó:
-¡Enseñame la pintura de ese gallo, o te corto la cabeza!
El pintor sacó un lienzo en blanco y con unas pinceladas sencillas dibujó el gallo más hermoso que nunca esos ojos reales hubieran visto.
EL rey, aunque admirado, entró en cólera:
-¡De todos modos, te cortaré la cabeza! Si en tres segundos me has pintado el gallo que ambicionaba, ¿por qué me has hecho esperar años?
El pintor hizo que el monarca lo acompañara al interior de su casa y le enseñó miles y miles y miles de dibujos de gallos, pinturas de gallos, esculturas de gallos…
Hasta que el gallo no entró en él, no pudo pintarlo de manera sublime.
Foto de Portada: Tomada de Internet