Texto de José Rizo Castellón
Extracto de Confesiones de un Vicario, de José Rizo Castellón.
En 1851 se le confiere a Jinotega la categoría de Villa y luego, en 1883 el titulo de ciudad. El escritor austríaco Karl von Scherzer la describe en 1854 como “una de las villas más bonitas y placenteras que ha visto”. Años después, en 1872, el inglés Thomas Belt describe a Jinotega como “una población bella y agradablemente situada”. Perteneció hasta el 15 de Octubre de 1891 al departamento de Matagalpa, ya que en esa fecha se aprobó el proyecto de ley para la creación del Departamento de Jinotega gracias a la iniciativa de los senadores General Ignacio Cháves y Licenciado Francisco López Guerra. Como la creación del Departamento se hizo a instancia de los Senadores con trámite de urgencia, no fue sino hasta poco tiempo después en 1894, que se le anexó a Jinotega los extensos y ricos territorios de Bocay y Pantasma, convirtiéndose así en el departamento más grande del Norte de Nicaragua. Con esta anexión se tornaba también Jinotega en un departamento productor de hule y de maderas preciosas, cuyas tucas debidamente marcadas por sus respectivos dueños, se tiraban a los ríos y quebradas en los meses de invierno para ser arrastradas hasta el mar Caribe.
Ex-vice presidente José Rizo Castellón.
El Licenciado López Guerra, fue un personaje decisivo en la creación del nuevo Departamento de Jinotega, separándolo de Matagalpa. Fue tío político de mi padre por estar casado con María José Gadea, hermana de mi abuela Paula, y además su padrino en las aguas bautismales. Es por esa circunstancia que siempre escuché numerosos relatos acerca de la vida de este abogado y político jinotegano, cuya residencia estaba ubicada al occidente de la casa de las Rizo, en el sector del Parque Central. Gran jugador en peleas de gallos, los tenía de todo tamaño y color, amarrados en cualquier sitio: en su dormitorio, en los corredores de su casa, en la calle, en su oficina. Les alimentaba personalmente y como todo buen gallero, después del desayuno procedía diariamente a ejercitar a tales animales, metiéndoles el brazo entre las patas y tirándoles a volar para que se fortalecieran también con sus alas. Todos los domingos organizaba las peleas, en la misma calle, frente a su casa de habitación, con la asistencia de su colega en la afición por los gallos, el Cura de la ciudad, J. Ramón Pineda, y además con numerosos espectadores que apostaban de acuerdo a sus preferencias. Los animales heridos en las peleas los curaba personalmente, suturando las heridas y en caso de muerte, los obsequiaba a sus amigos para una buena sopa de gallo. La vida del Licenciado López Guerra discurría entre sus actividades políticas en el Senado de la República, donde llegó a ser Secretario de esa Cámara, los Tribunales de Justicia y su afición por los gallos.
El recordado Alberto «El Coto» Castellón.
Fue gracias a esta afición por la lidia de gallos, que convenció durante una visita con tal propósito a su buen amigo de Pueblo Nuevo, mi bisabuelo Cayetano Castellón, para que la familia materna nuestra buscara nuevos horizontes y oportunidades en este departamento recién creado. El licenciado López Guerra, fue el padre de don Antonio López Gadea, progenitor de la numerosa familia López Rivera, cuyos exponentes varones más destacados en el ámbito de la política y la docencia universitaria, fueron Federico y Ernesto.
Una anécdota de la novela «Hijos del tiempo» del mismo autor, José Rizo Castellón
El domingo 18 de marzo de 1906 previo a la partida en gira oficial hacia los departamentos del norte de Nicaragua, el General Zelaya fue informado por el doctor Julián Irías, su ministro de Gobernación sobre los avances de la visita proyectada. En la mañana de ese domingo fueron juntos a la gallera de los Estrada, en el sector oeste de la ciudad de Managua, muy cerca de la Penitenciaría Nacional. El General Zelaya era gran aficionado a la pelea de gallos, a las que asistía cada domingo e infaltablemente en los días festivos; apostaba a sus gallos de buena casta y compartía en la gallera con sus numerosos amigos. La cancha era muy concurrida, por toda clase de personas que gritaban exaltados de acuerdo a sus apuestas por el gallo ganador. Cincuenta centavos costaba la entrada; se tomaban allí los tragos de rigor y por supuesto, que siendo una afición solamente de hombres, las conversaciones estaban acordes a las circunstancias. Varios gallos del Presidente permanecían cerca del redondel, mientras se casaban apuestas para la lidia.
El mismo General Zelaya, entrenaba en sus momentos de solaz a los animales de pelea, lanzándoles al aire para fortalecer sus alas y procurándoles especial alimentación. Estando en ese palenque de los Estrada, el Presidente le comentaba a su ministro Julián Irías que en el mundo de los gallos, al igual que los seres humanos en la política, sobrevivían únicamente los mejores.
El General José Santos Zelaya
—En las galleras Julián, fíjate bien en la conducta de estos pequeños animalitos, ya sean giros, cenizos o chiricanos; en su comportamiento se parecen mucho a los hombres cuando están en el ámbito de la política. Casi siempre entran humildemente al ruedo, solitarios, indiferentes, silenciosos y siempre discretos, viendo hacia abajo y a veces picando el suelo. Dan vueltas con mucho disimulo alrededor del contrario, observándolo en sus flaquezas, en sus debilidades y en el primer descuido, zas, se tiran a fondo en contra del adversario y lo matan. En este deporte de los gallos, como en la política y en la vida misma, el que pega primero pega dos veces. Siempre triunfan los mejores, decía mientras apuraba un vaso de Pernaud, su bebida francesa preferida cuando Managua sufría con esos días excepcionalmente calurosos de verano.
—Los gallos de poca casta son los que pierden siempre en las peleas, como sucede con los políticos. Por eso deben ser criados y entrenados para el combate en la gallera. En la riña uno de los dos o ambos rivales, deben morir al final. No hay sitio para que dos gallos de buena lid estén simultáneamente en el mismo redondel.
—Si para aniquilar al adversario en el palenque hay que poner veneno en las espuelas de esos animales, pues hay que proceder de esa forma. Lo importante es salir siempre triunfador y airoso en la contienda; todo está permitido en este tipo de peleas. Igual pasa en la política.
Foto de Portada: Alberto «El Coto» Castellón alimentando su pollada.