Don José Maria Zavala Abaunza
Un gallo dejó chintano a don José María. “Estaba dándole de comer y se vio en mis anteojos y no me di cuenta. De pronto me dispara un picotazo tan fuerte que me bajó dos dientes. Me los dejó como hamaca, tuvo que sacármelos el dentista”.
Texto de
Mario Fulvio Espinosa (*)
Los ojos de los gallos se encienden como brasas, las pupilas palpitan dilatadas, rojizas, nerviosas, tratando de captar el más sutil movimiento del enemigo, los pescuezos chirizos, picos como arietes dispuestos al encontronazo, el plumaje encrespado, las alas temblando de furia y dispuestas al vuelo.
Cada músculo, cada célula nerviosa del ave está en alerta máxima, consciente que en esa lucha se juega la vida.
No tarda mucho entre ellos el estudio del rival ni existe el menor ánimo de huida. De pronto, en un instante precioso y preciso se embisten lanzando hacia adelante sus patas armadas de lancetas curvadas y filosas, mientras con sus picos tratan de herirse las cabezas.
La furia les domina, con el aleteo furioso se levanta el polvo del coso y en el fragor de la lucha la tierra se confunde con la sangre, los picos, las patas y plumajes de las aves. Es corto el tiempo de morir. De pronto uno de ellos queda inerte, agonizante. Su rival tembloroso, pero aún de pie, tiene arrestos para lanzar el “ki ki ri ki” del vencedor. Un gallero lo toma de sus manos y lo eleva como queriendo, al expresar su alegría, ofrecer el ave al apóstol Pedro que, según esta gente, se volvió enemigo de los gallos después que una de estas aves con su canto denunciara su ingrato proceder al negar a su Maestro.
El gallero de Nandaime
Don José María Zavala, patriarca político de Nandaime, confiesa que desde que estaba en el vientre de su madre ya era gallero. “Mi gestación fue acompañada del canto machista de los gallos, y ya en mi niñez mi padre me llevaba a los palenques a contemplar la lucha a muerte de esos gladiadores emplumados que no necesitan decir como los romanos “Ave César imperatur, moritorum te salutan”, ellos entienden que su misión es morir o vencer”.
Al sólo entrar por el portón principal de la casona de don “Chema” el canto de los gallos asombra al visitante, ahí están en jaulas arpilladas unas sobre otras, gladiadores negros, giros, colorados, tornasoles, amarillos y blancos.
Gallero de prosapia y caballero a las antigua, don José María Zavala Abaunza nos muestra sus tesoros emplumados. Lamenta que lleguemos así de sopetón, porque le sorprendimos en pijamas, pues estaba pasando una gripe de “hombre viejo”, quería escabullirse, sin embargo, al saber que el tema de la plática serían los gallos, le brillaron los ojos de entusiasmo y “soltó prenda” a más no poder.
“El gallo es símbolo de gallardía, de vigilancia, de osadía y orgullo, valores tradicionales que ostentamos los caballeros de corazón.
Mi padre fue gallero y yo los soy desde antes que me pariera mi madre, porque me tuvo con un gallo amarrado a la pata de la cama”, reitera con orgullo.
No es falso orgullo puesto que el periodista Mario Tapia, editor de la revista especializada “Gente de Gallos” y autoridad en la materia, coloca a don Chema en el puesto número uno entre los cien galleros más notables de Nicaragua, escoltado en el orden numérico subsiguiente por los señores, Ernesto “Tito” Hannón, Ramón Kontorosky y Pio Castellón.
Gallos en la historia
“Los primeros gallos de pelea los trajo Colón en su segundo viaje, eran gallos nacidos en Cádiz y las Islas Canarias. Quedaron en la Española, hoy República Dominicana, de donde por supuesto son los primeros criadores y donde ocurrieron las primeras peleas de gallos en este continente”, explica don José María.
Menciona que Squier al llegar a León en 1842, se sorprende del fanatismo de los leoneses por las peleas de gallos, y sobre ese tema escribió lo siguiente: “En los interiores de las casas y en ninguna más frecuentemente que en la de los curas, casi siempre se ven una docena de buenos gallos amarrados a los pilares, y si no se les ve se les oye”.
“La afición a los gallos también fue escrita por el pintor alemán Wilhelm Heine, que estuvo en Nicaragua de 1851 y que presencio peleas en Dipilto a las que acudían galleros desde lugares muy lejanos, y lo mismo acurrió cuando llegó a Ocotal, quedando asombrado por el fanatismo de la gente por las peleas y el monto de las apuestas.
Otro viajero, Thomas Belt, en 1868 fue testigo de una famosa corrida de gallos que se realizó el 22 de enero de ese mismo año en Acoyapa, en el marco de la fiesta de San Sebastián, “todos los nicaragüenses son aficionados a esta diversión y los gallos son tratados como miembros de la familia”, escribió.
“Presidentes y curas de los treinta años fueron galleros, aquí el padre Vílchez se remangaba la sotana y se iba a apostar los domingos a las galleras. Otros tenían sus galleras en las casas curales y, hablando en términos corrientes, coimeaban a la entrada. Mi abuelo ligó su vida a la suerte de un gallo.
El gallo premonitorio
¿Cuál era el nombre de su abuelo?
José María Zavala, como yo. Yo soy el tercero de los Zavala y mi hijo el cuarto.
Mi abuelo era hermano del presidente Joaquín Zavala, y la dejaron a la madre porque la señora ya viuda, se casó con el licenciado José María Estrada, que siendo presidente fue asesinado por El Chelón Valle en una emboscada, allá por Somoto.
Bruna Solís se llamaba la señora, era gemela de un hermano que se llamaba Bruno, así eran Bruno y Bruna. De esa Bruna desciendo yo, porque ella fue la madre del ex presidente Joaquín Zavala, de don Perfecto Zavala y de don José María Zavala, tres hermanos varones y un medio hermano que tuvo del presidente José María Estrada, éste se llamaba Mariano Estrada Díaz, fue casado con Doña Rosario Díaz, hermana de Don Adolfo Díaz, el que fue presidente de Nicaragua y con el que tuvo un montón de hijos que yo conocí.
¿Y del asesinato cometido por El Chelón Valle qué se sabe?
Fue por asuntos políticos. Ya la mente me hace sus jugaditas, total El Chelón lo emboscó y lo mató, eso causó un gran revuelo en Centroamérica. El Chelón fue el papá de Mariano Valle Salinas, del que desciende Nicolás Valle Salinas, por cierto amigo mío. El Chelón se llamaba Alfonso Valle Canda.
¿Por qué dice que su abuelo jugó su destino a la pata de un gallo?
Estaba enfermo y en muy mala situación económica, Zelaya le puso una multa de 150 mil pesos, entonces él pidió a los hijos que estaban en los Estados Unidos que vinieran. Le dice a uno de ellos: “Anda, juega mi gallo negro, lleva estos diez pesos y me lo casas”. Cuando regresó el hijo alegre, porque había ganado, él se quedó muy callado, se encerró en el aposento y en la noche habló con su esposa y le dijo: Me muero, porque ganó el gallo negro, yo lo mandé a probar, si el gallo negro perdía, yo tenía vida, si ganaba me moría. Así fue en efecto, murió porque su gallo ganó.
Tradición y orgullo
¿Bueno, dígame cómo fue que se formó en un ambiente donde predominan los gallos?
Era mi tradición y es mi orgullo. Es más, yo aconsejaba a mis amigos que a los hijos le compraran gallos y los hicieran galleros, porque era una forma de sustraerlo de los vicios degradantes que ahora están de moda.
¿Pero de qué manera los gallos iban a combatir las drogas?
En que el gallo necesita mucha atención y cuido que hay que darles desde la crianza, primero, y después, en el cuidado de entrenarlos para las pelea. Siendo un menor, yo mismo ejercitaba a los gallos aquí, en mi casa, como otro de los deberes además de los escolares, era buen entrenador de gallos y buen alumno.
¿En qué consiste ese cuido especial hacia el gallo?
El cuido comienza desde el momento en que el gallo es huevo. La gallina madre necesita una alimentación especial, porque son gallinas de pelea. Las hay de un cuarto de pulgada, de dos líneas, de pata forrada de matarse a golpe con los gallos, de navaja de pulgada y media, de navaja de pulgada y dos líneas.
¿Quiere decir que para criar un gallo hay que ver de qué raza es la gallina?
Hay que ver a los dos, al padre y la madre. El gallo, desde antes de nacer, ya lleva su raza en la sangre y la navaja con que va a jugar.
¿En relación con los gallos, hay secretos, hay cábalas?
Si las hay, pero yo no ando creyendo en cábalas ni en tonterías.
Todos los gobernantes conservadores del Siglo XIX fueron galleros, también lo fueron los generales liberales José Santos Zelaya y José María Moncada Tapia. El Obispo Ulloa y Larios que se casó y tuvo hijos y era un gran sanganete – tenían gallos, él fue el primer obispo nicaragüense, antes sólo españoles hubo.
¿Y usted vive encantado con ese alboroto que hace sus gallos?
Claro, ellos son como de mi familia. A los nandaimeños nos gustan los gallos.
¿Cada cuánto va a jugar gallo a las galleras?
Ya no voy
¿Entonces, para qué los tiene?
Para verlos, para sentirme orgulloso de ellos, para tenerlos y a veces para venderlos. Si me pagan bien los vendo, pero cuando los vendo siento como que he perdido a un miembro de mi familia.