Peleas de gallos en Dipilto, Nueva Segovia, Nicaragua.

Pelea de Gallos en Ocotal, Nueva Segovia.
Pelea de Gallos en Ocotal, Nueva Segovia, Nicaragua.

Texto de
Wilhelm Heine (*)
1851-1852 

Deseaba alcanzar Dipilto antes de que cayera la noche y por ello emprendí nuevamente el viaje apenas los hombres y animales se habían  recuperado un poco. Cuando pasé por la plaza vi un gentío y por su estado de agitación y la atención que todos dirigían a un mismo punto, supe que algo fuera de lo común estaba ocurriendo en el lugar. Cuando llegué al lugar vi que un par de gallos de pelea eran los héroes de la escena, y el presente día, como me dijeron el de una pelea de gallos famosa en los alrededores.

Hasta ese momento entendí claramente por qué había visto de camino a tanta gente cargando tablas sobre la espalda, yendo atados sobre cada una de cinco a seis gallos.

Un hombre a caballo venía incluso de más de treinta millas de distancia, llevando sobre los cuatro extremos de su montura gallos en todas direcciones, dos gallos en el lugar de los asideros y dos más en el lugar de las alforjas.

Los gallos no peleaban aquí con las espuelas que se acostumbran, sino con unas cuchillas pequeñas en forma de hoz, cuya afiladísima hoja saben sujetar algunos tan bien a la pata derecha de su gallo que ya para el primer encuentro, a menudo pierde una pata el contrincante.

Afición al juego

Recién  cuando llegué, cayó uno de los pobres peleadores acuchillado por su oponente a uno de los lados y asesinado de manera insidiosa y vergonzosa. De inmediato se colocó una nueva pareja en su lugar y un Señor descalzo de aspecto bastante harapiento me preguntó si no quería apostar con él por uno de los que se abatían en duelo. ¿Cuánto? -Diez – Qué diez pesos? (un poco caro, pensé). No, diez pesos de plata (unos 80 dólares). !Una bagatela!, pensé e hice como si fuese a seguir mi camino pues una cantidad tan baja como esa no consideraba valiera la pena como para invertir en ello tiempo, mucho menos dinero.

Es por cierto una cosa común ver aquí como personas de apariencia pobre apuestan sumas verdaderamente altas en las peleas de gallos y toros. El juego es aquí la pasión imperante y como me aseguraron se deben haber apostado en un solo día por dos gallos de especial reputación guerrera sumas de 2000 dólares. Aquí me percaté además de que en toda casa se cuenta con gallos de pelea, llevando cada uno una cinta colocada en las patas, y esperando sentados sobre una especie de palo para loro son alimentados para luego tomar parte en las bárbaras diversiones.


Grabado de una pelea antigua en Cuba.

Pronto después en Ocotal se entra en un profundo desfiladero e inmediatamente al inicio del mismo terminan todos los lugares habitados. Un camino si bien más angosto, pero menos dificultoso nos condujo primero a una de las riberas del río de Dipilto, luego a la otra orilla del mismo, el cual corre saltando clara y alegremente sobre las piedras, interrumpido aquí y allá por una pequeña catarata, esforzado ante la dificultad, por pasar algunos puntos del valle, cuyos múltiples repliegues le dan a veces al aspecto de que el mundo tuviese aquí su fin. Mi mozo, para quien las peleas de gallos tenían más atractivo que para mí el potencial artístico de esta naturaleza, se había quedado un poco rezagado y así seguí mi camino en medio de una agradable soledad.

Las alturas empinadas a la derecha e izquierda, cubiertas de majestuosos pinos, tan altos como nunca los había visto, no dejaban entrar el sol y el profundo silencio, que el dulce murmullo del riachuelo que corría por el lugar hacía todavía más íntimo, era interrumpido solo de vez en  cuando por el silencioso canto de algún pajarillo.

Muchos hombres del norte son de la opinión que los pájaros de los trópicos no cantan, pero no es así, solo que el oído debe haberse acostumbrado a su sonido, tan delicado que resulta más fácil verlos que oírlos. Yo estaba de tan buen ánimo que alegremente llené los bosques con el canto de canciones alemanas, lo que de seguro no les sucede muy a menudo.

Finalmente se abrió el valle un poco y sobre una pequeña plataforma, apenas lo suficiente grande para darle el espacio requerido a las edificaciones, aparecieron los tejados de Dipilto, dorados por los últimos rayos del sol que se ocultaba.


Grabado del pintor Alemán Wilhelm Heine

(*) Wilhelm Heine (1827 – 1885), fue un pintor de origen Alemán que llegó Nicaragua en julio de 1851 y se fue en julio de 1852. Estuvo en un momento en que el país vivía el enfrentamiento entre leoneses y granadinos, en cuya guerra participan también tropas hondureñas.

En su obra aparecen personajes políticos centrales en la Centroamérica de esos años como Fruto Chamorro, Laureano Pineda e igualmente de militares que luego tuvieron una participación central en la guerra de 1856.

Después de permanecer en Granada y visitar Managua, Heine llega a León, a partir de donde realiza un viaje hacia la zona minera de Dipilto, en Nueva Segovia y Yuscarán en Honduras. En este último país viaja hasta Tegucigalpa, punto terminal del viaje del pintor.

El libro de Heine sobresale por sus extraordinarias descripciones de los pasajes montañosos, por su narración de la vida y costumbres en Nicaragua y Honduras, así como por sus explicaciones y comentarios de los conflictos militares ocurridos en 1851 y 1852.

NOTA: Agradezco la fineza del Señor Presidente de la Republica Ing. Enrique Bolaños Geyer, quien me mando de obsequio el histórico libro de Wilhelm Heine, y sobre todo la referencia en el mismo de las PELEAS DE GALLOS EN DIPILTO, NUEVA SEGOVIA, NICARAGUA. Gracias Señor Presidente.

(*) Artículo publicado en agosto del 2006.