Texto de Guillermo Rothschuh Villanueva
Existen batallas que de antemano parecen perdidas, broncas que parten los afectos y enturbian los sentimientos, entuertos que obligan a revisar los supuestos sobre los que se asientan tradiciones centenarias. Su magnitud y proporción resulta perceptible desde los primeros disparos. El anuncio de la suspensión legal definitiva de las corridas de toros y la eliminación total de las peleas de gallo, provocó un escalofrío sobre las vértebras de Mario Tapia. Sobrecogido vio venir la estocada que buscaba cortarle la yugular a su grandísima pasión y asestarle un golpe mortal a la revista nacida de su inspiración, un cataclismo urdido para sacar del juego a los galleros y las corridas de toros en toda Nicaragua. En un abrir y cerrar de ojos se sintió arrinconado, con el ánimo de evitar la catástrofe buscó forzar alianzas con distintos sectores, especialmente entre los miembros de la Asamblea Nacional. La razón obedeció a que el diputado Wilfredo Navarro había introducido un proyecto de ley para proteger a los animales con la intención expresa de terminar con prácticas extendidas por todo el territorio nacional. En Nicaragua se juegan toros y existen peleas de gallos desde tiempos inmemoriales, Mario fija el dato con la llegada de los españoles. Desde que fundó Gente de gallos (febrero-1999), se ha dedicado con esmero a hurgar distintas fuentes bibliográficas con miras a dar a conocer el palo genealógico de personas encumbradas que también se han dedicado a la crianza y jugaderas de gallos. En su momento lo más prominente que encontró fue que el primer Jefe de Estado de Nicaragua, Juan Argüello, había sido arrastrado por el regocijo que provocan las crianzas y las peleas de gallos, más tarde presentó a Fidel Castro envuelto en jugaderas de gallos mientras era estudiante y haciendo un mea culpa debido que la revolución cubana las prohibió después de su triunfo. Atrapado por la afición que traía en la sangre y los compromisos adquiridos con la creación de una revista consagrada por entero a dar cuenta del ciclo vital de criadores y galleros, Mario no tuvo otra alternativa que asumir la causa como propia, puesto que en verdad lo era. Durante meses invitó a los intelectuales y comprometió a los galleros más representativos para evitar el desastre que se avecinaba. Como sus gallos más aguerridos, se colocó en la primera fila del debate.
Dos jóvenes griegos observan una pelea de gallos, obra del pintor francés Jean Léon Gérome.
Las polémicas a través de los medios con los propulsores de la ley que intentaba suprimir los combates de gallos fueron expandiéndose hasta degenerar en acusaciones y contraacusaciones mutuas. Aterrado comprobé que ni los universitarios pueden debatir sin recurrir a las descalificaciones y los improperios. Las contradicciones evidentes se alargaron por seis años, daba la impresión que el conflicto no tendría fin. La acusación más virulenta de ambos bandos era el provecho económico que cualquiera de los dos obtendría en caso de suprimirse o mantenerse las jugaderas de gallos, en el caso de los toros la refriega no tuvo ésta misma intensidad. Las cifras dadas a conocer eran millonarias, sumas que justificaban el encontronazo. Las turbulencias salpicaron el ambiente. El argumento fundamental esgrimido para lanzar a la ilegalidad a las jugaderas de gallos, se debió al trato inmisericorde y a las vejaciones a que son sometidos los gallos. Igual tesis sustentaron alrededor de las corridas de toros. Mario adujo que se trataba de suprimir dos tradiciones metidas hasta en los tuétanos de millares de nicaragüenses. Este argumento resultaba convincente para grandes sectores de la población, hasta en lugares impensables los campesinos juegan gallos y en toda Nicaragua hay corridas de toros.
Una gráfica de la gallera municipal de la ciudad de Estelí durante el XIV Torneo Nacional de Gallos de Nicaragua, en el 2012.
El desenlace del conflicto solo fue posible visualizarlo cuando los diputados finalmente decidieron mantener las corridas de toros y las jugaderas de gallos. Como Mario siempre lo planteó, el Artículo 34 de la Ley para la protección y bienestar de los animales domésticos y animales silvestres domesticados (Ley 747) reconoce la existencia de las peleas de gallos. Mario sintió regocijo al leer que la aceptación estaba motivada por formar parte de la “tradición cultural y costumbre nicaragüense”. La lucha rendía los frutos que imaginó desde que se lanzó en cuerpo y alma a defender su más auténtica pasión. Durante los años que duró la reyerta Mario prosiguió recorriendo el país, municipio por municipio, en un afán deliberado por recuperar la memoria histórica de sus habitantes, no solo para dar a conocer como transcurre la vida de los galleros, se interesa también por presentar la trayectoria de diversas personalidades políticas, económicas, religiosas y militares.
La gallera “La Minera” de La Libertad, Chontales, con centenares de asistentes en su jugada tradicional de sus fiestas patronales en mayo de cada año, en honor a la Virgen de la Luz.
En el entretanto me había metido a escudriñar las páginas de Gente de gallos que cada dos meses envía a mi padre a Juigalpa. Una de los aciertos fue comprobar que Mario daba continuidad al trabajo pionero emprendido por el profesor Julián N. Guerrero. En mi casa en Palo Solo había podido leer las monografías departamentales nacidas bajo la sabiduría del profesor Guerrero, un aporte sustantivo al conocimiento de nuestros pueblos y ciudades. También había comprobado que los galleros que aparecían retratados en las páginas de Gente de gallos en su inmensa mayoría son personas humildes seducidas por el entusiasmo enfermizo de los gallos. Igualmente aparecían profesionales que heredaron la tradición de padres y abuelos, eso me permitía comprender por qué se sentían ofendidos ante los señalamientos vertidos en su contra, al ser acusados de formar parte de una cofradía de retrógrados.
Muchas revistas de gallos han nacido y también han muerto. En la gráfica: El Gallero, de Nicaragua, la cual público su único número en enero de 1983.
Las revistas norteamericanas de gran prestigio: Grit And Steel y The Feathered Warrior, después de más de cien años de edición, también desparecieron hace pocos años.
Mario los mantenía informado de los pormenores, un alegato asumido como cuestión de Estado, incansable visitó radios, periódicos, debatió en la televisión, desanduvo el camino transitado para que todos conocieran la marcha de los acontecimientos. Eso me permitió recordar que en la época más bravía de las jugaderas de toros en Chontales, una de las determinaciones de los ganaderos consistió en prohibir que les torcieran la cola y que utilizaran únicamente espuelas corredizas, no esos enormes puyones que desangran al animal. ¿Podría hacerse algo similar con las jugaderas de gallos? ¿Podrían suprimirse las navajas? Las preguntas continúan dando vueltas en mi cabeza. La Ley 747 aprobada por los diputados apunta en la misma dirección.
Centenares de miles de galleros nicaragüenses amanecen desde las primeras horas de la mañana con sus gallos alimentándolos, aseándolos y acondicionándolos para el combate. Es un trabajo de 365 días al año. En la gráfica el gallero Alfredo Zelaya ejercita a uno de sus gallos en Managua.
Cuando Mario dio a conocer la noticia que las jugaderas de gallos no habían sido prohibidas, me quedó claro que había actuado con mucho tacto y que su capacidad de regateo con los legisladores lo convertía en un diestro cabildero. Tampoco piensen que fue tonto o pendejo, buscó como guarecerse bajo el alero de varios diputados de la Asamblea Nacional, si no lo hacía consideraba su causa perdida. Los visitó en sus casas, llegaba permanentemente al hemiciclo del Poder Legislativo, fortaleció las asociaciones de galleros y convirtió su espacio en la emisora Radio Nicaragua en el eje articulador de los afectos de quienes apoyaban su iniciativa. Aprovechó que entre los miembros de la clase política nicaragüense existen destacados galleros, los comprometió a realizar proselitismo para garantizar el voto favorable en la hora definitiva. Con el devenir del tiempo su triunfo rotundo se ha visto sometido a nuevas tempestades. Los anunciantes más de una vez han hecho tambalear la existencia de la revista Gente de gallos. Pese a su circulación garantizada -Mario indaga una vez que empezó a circular si llegó a sus manos- hay quienes ponen remilgos en la entrega de anuncios, actitud que difiere de la forma expedita con que apuestan a la nota roja, esa excrecencia televisiva que hace escarnio de la pobretería.
Las publicaciones galleriles en Latinoamérica han sido constantes, pero igual desaparecen fácilmente. En el orden: El Gallo, editada en Perú, solamente público un número.
Tradición Gallera de México, una las mejores revistas galleriles que se han publicado en las últimas décadas, también murió.
Gallvs, es el último intento de publicar una revista para la gran afición gallera peruana, solamente se pudo publicar un número, hace dos años.
En cada edición tiene que sortear el infortunio en condiciones desiguales, aunque Gente de gallos, contrario a lo ocurrido con otras revistas que han tenido vida efímera en Nicaragua, continúa apostando para quedarse. El empecinamiento de Mario llega al extremo de invertir lo poco que tiene para que la revista salga con la periocidad establecida. Es su más grande tesoro, junto con sus gallos conforma su verdadero capital. No despido el tufillo que desprende el revistero que pulula en barberías, supermercados, gasolineras y salones de belleza, saturadas de anuncios, han sido creadas más con la intención de dar salida a las vanidades de quienes las pagan que para brindar información. Son puro publirreportajes, nada más.
Una pelea de gallos en la gallera municipal de Estelí.
Contra viento y marea Mario Tapia ha logrado la proeza que Gente de gallos alcance quince años de vida ininterrumpidas, uno se interroga cómo ha hecho para llegar a centenares de hogares nicaragüenses de manera sistemática. Sabe que el éxito de una publicación se debe en garantizar plenamente su circulación, solo su terquedad y constancia ha hecho posible esta hazaña. ¿Correrá su revista la misma suerte que Vamos a Gallos, Perú Gallístico y Gallvs, del Perú; Tradición Gallera y Clarín Gallero de Argentina, Tradición Gallera y Canta Claro de México; Gallos, de Puerto Rico o Crit And Steel y The Feathered Warrior, en Estados Unidos? Después de sobrevivir y atravesar vicisitudes desaparecieron tragadas por la estulticia y falta de perseverancia.
José Miguel Flores Anton, “Shemel”, falleció dejando una gran obra pictórica dedicada a los gallos de pelea en Nicaragua.
Sería un contrasentido que lo que no pudieron hacer sus detractores lo logren sutilmente los anunciantes. Gente de gallos debe empeñarse en no reeditar el camino trágico de El Gallero, revista nicaragüense que vivió lo mismo que dura una estrella fugaz en el firmamento. El caso de Gente de gallos resulta paradigmático. Mario ha sabido aprovechar su condición de periodista. El mismo se encarga de su redacción, toma las fotografías, realiza las entrevistas, ayuda a diagramarla, contacta a los colaboradores y garantiza su distribución. Se ha convertido en todero, no digo torero, ni “Torólogo”, como se identificaba ante los medios de comunicación nacionales, tarjeta de por medio, Lisímaco Chávez, promotor inolvidable de las corridas de toros por toda Nicaragua. La permanencia en el tiempo de la revista dependerá en gran parte de la actitud que asuman los galleros. Mario sueña con un apoyo más amplio y sostenido.
No sé de qué manera van a festejar estos quince años, pero asumo que lo ideal sería haciéndose el propósito de perseverar junto a su promotor, para que continúen teniendo voz y voto en temas que atañen a sus pueblos y ciudades. Estoy convencido que el destino de Gente de gallos, está en sus manos y no en manos de Mario. Es curioso comprobar la solidaridad que han tenido con esta revista galleros de otros países. Solo basta leer algunos anuncios para percatarnos la justa valoración que han hecho galleros fuera de Nicaragua de su importancia y trascendencia para dar continuidad a una tradición que sin la testarudez de Mario, hace tiempo hubiese sido precipitada a los abismos.
Gallos, la revista que publicó mi buen amigo Severo R. Torruellas, de Puerto Rico. Severo falleció soñando con publicar una revista para la gran afición puertorriqueña.
Son visibles los reportes que recibe desde Panamá, Perú, Puerto Rico, República Dominicana, Estados Unidos y Filipinas, atentos como están en contribuir con la existencia de la revista. No hay número donde no aparezca una firma de algún reputado gallero hablando del tema con la misma fruición que lo hace un crítico de cine o un estudioso de la literatura marginal. Asumo que en compensación a sus escritos ha realizado ediciones internacionales en La Florida, Louisiana, Honduras, Puerto Rico y Panamá.
El logro de Gente de gallos solo es comparable en Nicaragua con la veteranía alcanzada por la Revista Conservadora (1960) fundada por Joaquín Zavala Urtecho y El pez y la serpiente (1960), nacida bajo la dirección y liderazgo del poeta Pablo Antonio Cuadra, ambas desgraciadamente desaparecidas, marcaron un hito en la cultura nacional. Siguen siendo un referente y son consultadas por los investigadores nacionales e internacionales, interesados en ahondar en el conocimiento de la historia y la cultura nicaragüenses. Obtener colecciones completas de estas dos revistas cuesta mucha plata.
Las quince primaveras revelan juventud, frescura y belleza entre las agraciadas que cumplen sus quince abriles. En una revista quince años expresa madurez, carácter, tenacidad y coraje. Mario Tapia ha logrado remontar adversidades. ¿Le llegará el apoyo de quienes valoran su trabajo como un aporte al conocimiento de la realidad de las ciudades más remotas de Nicaragua? Gente de gallos recrea y testimonia una tradición que pretendió ser expulsada del reino terrenal. ¿Qué sería de los campesinos si ya no pudiesen jugar gallos? ¿Con qué tipo de distracción sustituirían esta pasión envolvente? Las millares de personas que todos los domingos practican este rito ¿en qué dirección orientarían sus pasos? Excluir los gallos y toros como pasatiempo nacional, asegura Mario, hubiese sido asestar un duro golpe a tradiciones arraigadas fuertemente en el imaginario nacional y contrario a lo esperado, sus prácticas continuarían desafiando la ley y comprometiendo a las autoridades a reprimir el placer y la fruición con que los nicaragüenses asumen este ritual.
El espaldarazo logrado en la Asamblea Nacional fue recibido con vítores y aplausos. Las jugaderas de gallos y las corridas de toros se mantienen incólumes. El otro día que quise contactar a Mario me respondió que el lunes me enviaba los datos. Me respondió que se encontraba camino a Estelí para estar presente en un torneo que se celebraría en esa ciudad. Como practicante consecuente todos los domingos se encamina a cualquier gallera del país, en un gesto irreprochable muy parecido a los devotos de las nuevas sectas instaladas en Nicaragua que hacen contrapeso y han roto la hegemonía del catolicismo. Junto a los materiales de la revista viajan los gallos en su vieja camioneta Toyota, convertida debido a su trashumancia en oficina ambulante. Gente de gallos se distingue por la forma que enlaza a los galleros y el hermanamiento que ha logrado entre ciudades y pueblos de distintos rumbos del país. Espero que este mes de enero de 2013 llegue a mis manos el número 90 con que festeja su quince aniversario. ¿Dónde será la fiesta? ¿En los Altos de Masaya o en Managua? ¿En Rivas o en Diriamba? ¿En Estelí o Juigalpa? ¿En León o Matagalpa? ¿En Masatepe o en Ocotal? ¡Cojo! ¡Cojo! ¡Cojo! ¡Pongo! ¡Pongo! ¡Pongo! ¿Quién da más?
Articulo publicado en la edición Enero – Febrero 2013